La escena de la adoración en Belén es una de las más antiguas en el mundo
artístico. En ocasiones viene a tomar parte del episodio de la Navidad. El
pasaje de la adoración ya se representaba en las catacumbas romanas donde puede
verse a María en el extremo de la obra y a los tres magos llevando sus regalos
sobre bandejas muy simples. El antecedente de esta representación está en las
obras de la Roma Antigua en que las personas del pueblo sometido llevan
presentes al romano vencedor durante la ceremonia conocida como triunfo. En el siglo V cambia la disposición de la escena situando a María en el
centro entre los Magos y añadiendo la comparsa de los camellos. Más tarde en
época bizantina aparece en la escena un ángel que lleva una estrella y uno de
los Magos hace una genuflexión. En Occidente y durante la Edad Media se suele
vestir a los Magos con manto real y con corona. Sus regalos van en recipientes
lujosos que se suponen hechos de metales preciosos. En el siglo XIII es
frecuente un modelo en el que el primer rey se arrodilla y el segundo mira al
tercero para mostrarle la estrella. La escena va enriqueciéndose con otros detalles y a partir del siglo XVI
pasa del puro simbolismo a lo anecdótico y atractivo.
El tema de la Adoración de los Magos o Epifanía ha
simbolizado la universalidad de la religión. Las enseñanzas de Cristo son para
pobres y ricos; y todos, desde las más diversas partes del mundo (como los
Magos) pueden adorarle. Es por ello, que a partir de mitad del siglo XV, se
comenzó a representar a una de sus majestades de color negro (simbolizando así
todas las tribus y razas adorando a Cristo).