ESCULTURA: EL BESO DE RODIN

El hecho de que la obra sea dinámica y que obligue al espectador a estar activo le concede fuerza y le dota de una personalidad, que hubiera sido imposible sin estas posibilidades infinitas de visualización. Así el artista ha conseguido plasmar y transmitir el momento del beso, instante de máxima pasión, qué le es fácil emitir a través de esos cuerpos entrelazados que se funden en espiral y que trasladan su movimiento a todo el espacio que le rodea. A su vez, la obra denota el perfecto conocimiento de la anatomía del cuerpo, con un total dominio en cada pliegue de la piel de un cuerpo totalmente contorsionado, donde ninguna parte parece salirse del referente natural. Podemos observar, también, la adaptación de la técnica miguelangelesca en sus propias manos. La perfección de las superficies pulidas que el genio renacentista proporcionaba a sus obras son retomadas ahora por Rodin, jugando al igual que el italiano, con los contrastes entre zonas finalizadas y pulidas, con otras sin pulir y de aspecto inacabado.
El beso (original en alemán: Der Kuss) es una obra del pintor austríaco Gustav Klimt y probablemente su obra más conocida. Esta obra, que sigue los cánones del Simbolismo, es una tela con decoraciones y mosaicos y fondo dorado. El beso es una imagen de amor espiritual e idealizado. Aparece una pareja abrazada que encarna la felicidad erótica imperturbable. Los modelos son el propio Klimt y su amiga Emile Flöge. Ambos cuerpos forman una masa dorada, con ornamentos cuadrados para el hombre y curvilíneos para la mujer. Está expuesta en la Österreichische Galerie Belvedere de Viena.
En la bibliografía reciente se ha interpretado este lienzo, desde la óptica de la iconografía, como una representación simbólica del momento en que Apolo besa a la ninfa Dafne que se está convirtiendo en laurel, de acuerdo con el relato de la metamorfosis de Dafne que se encuentra en la obra de Ovidio.